Ante todo, mujeres, nuestras madres
A que va ir por allá ¿a exponerse? Ganas de fregar, casi no
llega ¿por qué se demoró tanto? No se puede quedar en la casa de su novio y si
sale con él es aquí cerca al centro comercial o a comer algo, nunca se va a
casar, ni que se le ocurra tener hijos. Son los comentarios y reclamos que
generalmente les hacen las madres a sus hijas con discapacidad, lo aterrador es
que esto sucede con mujeres de más de 30 años, a las mujeres con discapacidad
las educan sumisas, obedientes, les enseñan a pedir permiso por ejemplo: para
asistir a una fiesta, un paseo o disfrutar de un día con la pareja y eso de
quedarse una noche fuera de la casa con los amigos o el novio ni pensarse, lo
que las obliga a inventar excusas para poder compartir con la pareja Como lo narra
Rodríguez T. 2019 "El permiso, pues me preguntaban que para donde iba, que qué
iba a hacer, la excusa era que iba para la casa de una amiga, que había una
fiesta, que me iba a quedar allá ". (Laura, anexo 4, p.20).

Lo mencionado anteriormente determina la cotidianidad y la vida de las mujeres con discapacidad, el tener que pedir autorización para distintas actividades como salir, que amigos frecuentar incluso sí se puede tener una pareja impiden la autonomía, la felicidad, el bienestar y la posibilidad de un proyecto de vida de estas mujeres.
Considerando que, para el desarrollo integral de cualquier ser humano es fundamental la familia, la presencia materna, por supuesto también lo es para una mujer con discapacidad; sin embargo, esta puede ser una barrera para su desarrollo, lo que incluye la sexualidad y su disfrute. A su vez, diferentes autoras como Moya, A. (2009) resaltan la fuerte influencia negativa de madres y abuelas sobre las mujeres con discapacidad, porque en algunos casos les hacen creer que todos los hombres son malos y que se acercan a ellas es solo para hacerles daño, lo que repercute en sus relaciones interpersonales y afectivas especialmente con los hombres.
Lo anterior no quiere decir que los padres y especialmente las madres sean culpables de las condiciones de vida de las mujeres con discapacidad, aunque inciden en gran parte de estas; no obstante, son múltiples los aspectos que influyen en esas precarias condiciones, entre estos el desconocimiento, el miedo, sumados a los imaginarios sociales que recaen fuertemente sobre las mujeres con discapacidad, pues, validan y naturalizan prácticas excluyentes que le hacen un fuerte daño a estas mujeres.
Según Rodríguez T 2019 "se observa en la familia una dinámica de infantilización de la mujer con discapacidad visual, que anclada en el imaginario social que configura al niño como ser vulnerable y requerido de protección, en especial por parte de la familia, lleva a la naturalización y legitimación de todas las formas de regulación y control que se supongan necesarias para ayudar a esa mujer-niña a afrontar sus problemas y tomar sus propias decisiones; para protegerla de los peligros y violencia sexual que como mujer-niña puedan presentársele.
Independientemente de que la discapacidad se tome como enfermedad, anormalidad o designio divino, dicha infantilización, arraigada en el imaginario de mujer-niña vulnerable, valida y sostiene relaciones de dependencia y restricción de la autonomía, así como un amplio repertorio de modos de interacción y prácticas excluyentes". Esas prácticas refuerzan ideas como: La discapacidad es incapacidad, es limitación y no una condición; la familia debe ser el principal dispositivo de control; la mujer con discapacidad requiere depender de otros para tomar decisiones; la mujer con discapacidad visual, no puede cuidar de sí misma; la condición identitaria de la mujer con discapacidad es su discapacidad.
En consecuencia, La relación de poder y el control excesivo que ejercen los padres o cuidadores, sobre las mujeres con discapacidad son bastante fuertes y en muchos casos, impide que ellas tengan autonomía y puedan participar de distintos espacios con tranquilidad y seguridad. Uno de los factores que agudiza esa relación de poder y control sobre mujeres con discapacidad es la dependencia económica de ellas hacia sus padres lo que las fuerza a ser obedientes y niñas por siempre.
Por otra parte, la infantilización y sobreprotección dada a la mujer con discapacidad la aleja de las posibilidades de desear y ser deseada, así como de vivir la sexualidad, tener una vida en pareja y ser madres si lo desean.
Por tal razón muchas mujeres con discapacidad terminan frustradas, aisladas, solas, y en algunos momentos siendo cuidadoras de los adultos mayores de la familia, sin salario y lo peor sin una vida propia. Más aún, cuando ellas toman sus propias decisiones lo hacen con temor, porque no saben cómo van a reaccionar sus madres y padres; situación que les genera baja autoestima, inseguridad, fuerte estrés y, además, les impide la posibilidad de un proyecto de vida si se desea en pareja. Igualmente, algunas mujeres con discapacidad que deciden entablar una relación afectiva con una pareja, se enfrenta no solamente a fuertes críticas de los familiares más cercanos sino también a las normas y condiciones impuestas por sus madres y algunos padres, puesto que se observa que en muchos hogares de estas mujeres prevalece la ausencia del papá, situación que determina el autoestima de ellas, generándoles carencias afectivas, la magnificación de ciertos hechos y una sensibilidad extrema; como resultado, de esas normas se producen relaciones poco sanas mediadas por los celos, la posesión y los conflictos acabando las relaciones y en ciertos momentos con los planes de vida de ellas.
En contraste, existen madres de mujeres con discapacidad que les ayudan a un desarrollo pleno, a crear independencia, autonomía y respetándoles a sus hijas las decisiones, aciertos y equivocaciones; convencidas de sus capacidades, necesidades y de la importancia de la realización personal.
Con respecto a la pandemia las condiciones de aislamiento, la violencia física, Psicológica y simbólica que viven las mujeres con discapacidad; así como, la vulneración de sus derechos se han agudizado. Como lo relata María mujer con discapacidad visual baja visión, "en esta pandemia me he sentido muy triste, por los malos tratos de mi familia, me han humillado, discriminado, el aislamiento, el no poder salir y la situación económica del país detuvo el proyecto al que pertenecía, por lo que no tengo trabajo; lo anterior, me ha obligado a estar confinada en la casa, mis familiares se la pasan diciéndome que consiga un trabajo y a nosotras las mujeres con discapacidad es muy difícil que nos incluyan laboralmente y más ahora que ha aumentado el desempleo; igualmente, ellos me critican mis decisiones, lo que hago y me juzgan constantemente, eso me genera angustia, estrés y me siento tan mal que lloro frecuentemente".
Preocupantemente las distintas situaciones que menciona María no son aisladas y las viven miles de mujeres con discapacidad, en sus propios hogares y de tras de la puerta, escondiendo esas agresiones dificultando su denuncia y cualquier ayuda para estas mujeres. Agrega María quien se destaca por su esfuerzo, compromiso y bondad, "deseo ser libre, tener independencia, capacitarme, en este momento no tengo para pagar un plan de internet y esto me lo impide, oro todas las noches para que esto pase y volver a mi proyecto que tanto me ha enseñado, las personas con discapacidad merecemos respeto, dignidad y la garantía de nuestros derechos". De igual modo, las largas cuarentenas y el prolongado aislamiento han ocasionado que la privacidad se acabe afectando la intimidad y permitiendo mayor vigilancia y control sobre las mujeres con discapacidad.
Por todo esto, es fundamental ponerles límites a nuestras madres y de más familiares, con acciones de resistencia desde la autonomía y con responsabilidad; también, enseñarles que nos respeten, que nos permitan arriesgar, equivocarnos, tomar decisiones, explorar la sexualidad, en conclusión, vivir.
Además, es urgente fortalecer redes de apoyo,
participar activamente en distintos escenarios y contarles a otras mujeres como
nosotras nuestras experiencias y logros, así como a personas sin discapacidad
resaltando siempre que antes de una discapacidad somos mujeres.
Por: Tatiana Yelena Rodríguez Mojica